Memoirs
Canon in D
Canon in D
Canon in D
Las luces apagadas, todos esperando a que comience… Inicia con Pachelbel, suena: Canon in D, y lentamente se encienden algunos reflectores. Un nudo en mi estomago provoca escalofríos que se conducen por todo mi cuerpo y atraviesan los músculos de mis extremidades. En posición de capullo, recargada sobre el suelo, me preparo. Ha llegado el momento.
Dos niñas, mayores que yo, sostienen una tela color azul por encima de mí, creando un movimiento de olas. Salgo de ellas, arrastrándome en el suelo, dibujando un espiral con mi cuerpo. Passé, plié, relevé. Mi tutú, que unos minutos antes había sido modificado por la diseñadora de vestuario, cortándole listones que colgaban de la brillosa tela anaranjada con textura de seda, volaba en las primeras pirouettes que hacía en un escenario. Una mezcla de edades personificaba al mar y a sus habitantes. Algunas compañeras olvidaban pasos de la coreografía, pero el público no se sorprendía, pues era nuestro primer recital de ballet.
Todos los escalofríos que regían en mi cuerpo se desvanecían con cada nota musical. Un sentimiento de tranquilidad se asentaba, provocado por la música. Las olas del mar, habían terminado de azotar dentro de mi estomago. La marea había cesado.
MEMOIR
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relatos personales
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MEMOIR * relatos personales *
Hace tiempo no lo veo… espero que esté bien
Hace tiempo no lo veo… espero que esté bien
Hace tiempo no lo veo… espero que esté bien
Hace tiempo no lo veo… espero que esté bien. Cada viernes por la noche hacía el rezo. Todos con respeto escuchábamos y posteriormente tomábamos vino que había bendecido, y nos repartía pan. Su larga barba cubría la mitad de su cara, unas cejas pobladas la acompañaban, establecidas por encima de unos pequeños ojos oliva con miel. Caíamos a carcajadas mi hermano mayor y yo durante la cena, imitando el sonido de los greps que salían de su boca, aunque nuestros padres nos regañaban, las risas siempre se presenciaban.
Una larga sobremesa caracteriza aquella noche, donde abrió un libro de rezos en hebreo. Mis pies colgaban de la silla donde estábamos sentados, y se balanceaban de lado a lado. Era el día en que me enseñaría a leer en el idioma en que rezaba, aunque, al ser de Siria, no era su lengua natal. Dominaba el hebreo mejor que nadie. Decía mi madre que hablaba alrededor de cinco idiomas: árabe, español, hebreo, inglés, italiano. La mayoría de estas, las aprendió en todos los lugares que había presenciado, antes de mi existencia. Una vida que desconozco, miedos, escapes, pérdidas… solo así llegaría a México, donde conocería a la familia de mi abuela y al poco tiempo se unirían en matrimonio.
שבת (shabat) fue la primer palabra que me enseñó a leer. Se sorprendía cada vez que aprendía algo de él, y su entusiasmo por enseñarme más, se reflejaba cada semana. Cada viernes por la noche. Cada sobremesa.
Alguien distinto a todo aquel que me rodeaba. Respetaba su religión al pie de la letra. Sin duda, mi abuelo es alguien especial. Ahora vive en Israel. Hace tiempo no lo veo… espero que esté bien.